HISTORIA
La Escuela Particular N°24 “HUGO ERRÁZURIZ” de Viña del Mar fue fundada por la noble señora Doña Blanca Vergara de Errázuriz, hija del fundador de la ciudad de Viña del Mar y, casada con Don Guillermo Errázuriz.
La señora Blanca, una cristiana dama, hizo construir esta escuela en honor de su hijo Hugo Manuel Errázuriz Vergara, nacido el día 2 de mayo de 1886; y el cual falleció trágicamente en los campos de la Quinta Vergara el día 11 de febrero de 1898, cuando apenas se empinaba por los 12 años de edad.Después de transcurridos cinco años del fallecimiento de su hijo, la señora Blanca hace posible la existencia de esta antigua, pero nueva escuela; haciéndola construir en el corazón de Viña del Mar; teniéndose como fecha de su fundación el día 3 de abril de 1903.
Desde sus comienzos la escuela fue dirigida por los párrocos de la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores de Viña del Mar, siendo todo su personal laico.Pero, un bendito día 7 de octubre de 1947 toman a su cargo la conducción de la escuela la Congregación Hermanas Franciscanas de la Enseñanza de la Tercera Orden Regular de San Francisco, y esto, a petición del párroco de la época Reverendo Don Ismael Silva León, quien pide a la Nunciatura, que se hagan cargo de la escuela religiosas venidas desde Europa y EE.UU.
Fue un día 24 de septiembre de 1948 cuando se firma en Comodato Perpetuo, entre el Obispado y la Congregación Hermanas Franciscanas de la Enseñanza, representados por el Obispo Monseñor Rafael Lira Infante y la Hermana Sor María Sochurek.
Por otra parte, importante es destacar que desde la asunción de la Congregación Hermanas Franciscanas de la Enseñanza la Escuela pasó a ser mixta, lo cual fue muy apreciado por toda la comunidad viñamarina.
Otro hito destacado en la historia de la Congregación a cargo de la Escuela, lo constituye el hecho que cuando las Hermanas comenzaron su trabajo, éste fue muy difícil y sacrificado, debido a las barreras idiomáticas y los problemas económicos, ya que por aquella época la subvención estatal era recibida sólo una vez al año; siempre con mucho retraso, lo que llegaba a afectar hasta las necesidades más básicas de la Congregación religiosa.